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Mostrando entradas de abril 24, 2011

Dos cuentos de Alberto Ruy Sánchez

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ALCES EN BRAMA O MILIBRO ERÓTICO FAVORITO Cuando finalmente llegamos al Centro de las Artes, en lo más elevado de las Montañas Rocallosas canadienses, un arcoiris doble se apoderó del cielo por encima de las crestas nevadas de las montañas. Era un majestuoso gesto de bienvenida que nos daba esa naturaleza desmesurada. Habíamos viajado durante dos horas en automovil desde las planicies, subiendo sin cesar hasta quedar completamente rodeados por esa inmensidad de piedra que parecía arañar el cielo. El Centro estaba en medio de un bosque protegido por la ley como una reserva biológica donde los animales de todo tipo circulaban entre nosotros. Especialmente venados y alces. En el camino vimos un inmenso oso negro escondiéndose entre los árboles. De otro tipo de oso, del Grizly, había oído las historias más temibles. Corren más rápido que un caballo y atacan con su garra enorme directo al corazón. “Justo como algunas personas que conozco”, dijo una de mis amigas. Al entrar al cuarto que me

Sobre la vida y la obra. Conversación con Roberto Bolaño. Por Pedro Donoso

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A Bolaño lo conocimos plantado ante la muerte, con un cigarrillo humeante y su dicción latina, pseudo mexicana, chilena, española. Nos dijo de entrada que no tenía nada que enseñarnos, que no había otra que dar la pelea e intentar ser una buena persona. Algunos dudaron de ese consejo, olvidando que la bondad y la belleza fueron una misma cosa cuando los griegos inventaron Occidente. Después, simplemente recorrió con nosotros algunos pasajes de su vasta geografía literaria (Vila-Matas después confesaría que Bolaño era su barómetro lector). Era el otoño del 2002 cuando lo conocimos y con toda valentía y apurando el tranco, Bolaño llegó a vivir hasta el verano siguiente. Le importaba acabar su novela 2666 porque sabía que tenía las horas contadas. Pero también sabía que nada perdura. Dudaba de los beneficios de la perpetuidad literaria. Ahora rondan sus comentaristas y su foto aparece con su cara de tristeza irónica. Y de Bolaño sólo queda el humo de un cigarrillo y sus libros de perros r

Higiene del asesino. Por Amelie Nothomb

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-Entonces, qué, ¿ya empezó la guerra? -Bueno ... sí, ya está, los primeros misiles han sido... -Eso está bien. -¿Le parece que sí? -No me gusta que la juventud esté ociosa. Así que, en este 17 de enero, los muchachos han podido por fin empezar a divertirse. -Si usted lo dice. -¿Qué, a usted no le divertiría? -Francamente: no. -¿Le parece más divertido perseguir a ancianos adiposos con un magnetófono? -¿Perseguir? Pero nosotros no le perseguimos, es usted quién nos ha autorizado a venir. -¡Jamás! ¡Es otro golpe bajo de Gravelin, ese perro! -Veamos, señor Tach, es usted perfectamente libre de decir no a su secretario, es un hombre sacrificado que respeta todos sus deseos. -No sabe lo que está diciendo. Me tortura y no me consulta jamás. Esa enfermera, por ejemplo, ¡es idea suya! -Vamos, señor Tach, cálmese. Retomemos la entrevista. ¿Cómo se explica usted el éxito extraordinario...? -¿Quiere un alexander? -No, gracias. Decía: el éxito extraordinario de... -Espere, yo sí quiero uno. Parént