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Mostrando las entradas etiquetadas como Narrativa

MORIRSE ES UN FIESTA. Noveleta de Norberto José Olivar. Por Valmore Muñoz Arteaga

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I. Las narraciones iniciales de Norberto José Olivar apuntan hacia una fusión entre la historia y la literatura, algo muy poco original en Venezuela. Sin embargo, lo que si resulta importante y digno de destacar es su iconoclasta compromiso con la región y su cultura. En sus primeros libros puede verse con todo el descaro del mundo cómo va intentando, no destruir, sino darle dimensión humana a muchos héroes de la historia civil y militar del Zulia. Afirma el propio Norberto José Olivar en una entrevista concedida al diario El Mundo fechada el 4 de abril del 2006 lo siguiente: “La visión del pasado histórico es muy exagerada en cuanto a tradiciones culturales, literarias, políticas, económicas. No se corresponden la realidad con los vestigios del pasado”. Más adelante agrega: “Nos quieren imponer héroes como lo máximo, entonces ¿qué se espera de nosotros? Si los ciudadanos del presente no pueden ser mejores que sus héroes, los estás condenando. Los movimientos actuales están fundando la...

SEMBLANZA DE HUMANO. Fragmento de "Elogio de la Madrastra". Por Mario Vargas Llosa.

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Perdí la oreja izquierda de un mordisco, peleando con otro humano, creo. Pero, por la delgada ranura que quedó, oigo clara­mente los ruidos del mundo. También veo las cosas, aunque al sesgo y con dificultad. Pues, aunque al primer golpe de vista no lo parezca, esa protuberancia azulina, a la iz­quierda de mi boca, es un ojo. Que esté allí, funcionando, capturando las formas y los colores, es un prodigio de la ciencia médica, un testimonio del progreso extraordinario que caracteriza al tiempo en que vivimos. Yo debía de estar condenado a perpetua oscuridad, desde el gran incendio –no re­cuerdo si provocado por un bombardeo o un atentado– en el que todos los sobrevi­vientes quedaron privados de la vista y el pelo, a causa de los óxidos. Tuve la suerte de perder sólo un ojo; el otro fue salvado por los oftalmólogos luego de dieciséis in­tervenciones. Carece de párpados y lagrimea con frecuencia, pero me permite distraerme viendo la televisión, y, sobre todo, detectar rá...

EL VAMPIRO. Por Horacio Quiroga

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—Sí—dijo el abogado Rhode—. Yo tuve esa causa. Es un caso, bastante raro por aquí, de vampirismo. Rogelio Castelar, un hombre hasta entonces normal fuera de algunas fantasías, fue sorprendido una noche en el cementerio arrastrando el cadáver recién enterrado de una mujer. El individuo tenía las manos destrozadas porque había removido un metro cúbico de tierra con las uñas. En el borde de la fosa yacían los restos del ataúd, recién quemado. Y como complemento macabro, un gato, sin duda forastero, yacía por allí con los riñones rotos. Como ven, nada faltaba al cuadro. En la primera entrevista con el hombre vi que tenía que habérmelas con un fúnebre loco. Al principio se obstinó en no responderme, aunque sin dejar un instante de asentir con la cabeza a mis razonamientos. Por fin pareció hallar en mí al hombre digno de oírle. La boca le temblaba por la ansiedad de comunicarse. —¡Ah! ¡Usted me entiende!—exclamó, fijando en mí sus ojos de fiebre. Y continuó con un vértigo de que apenas puede...