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Mostrando entradas de agosto 30, 2009

Henry Miller. Autor de Trópico de Cáncer

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Escritor estadounidense, cuyas obras vitalistas, anarcoides y eróticas desencadenaron grandes polémicas y censuras, pero que a la vez sirvieron para que, a partir de él, el sexo se tratará en la literatura con más normalidad. Nació en Nueva York el 26 de diciembre de 1891, ejerció distintos trabajos y asistió al City College de su ciudad natal durante un breve periodo de tiempo, antes de marcharse a París en 1930 huyendo de la Gran Depresión. En aquella ciudad, en la que residió durante diez años, llevó una vida bohemia, que describió en tres novelas eróticas de carácter autobiográfico, Trópico de Cáncer (1934), Primavera negra (1936) y Trópico de Capricornio (1939). Pasó un año en Grecia invitado por Lawrence Durrell y a su regreso en 1940 a los Estados Unidos y se instaló en Big Sur, California, desde donde rememoró su estancia helena en El coloso de Marussi (1941) original guía de Grecia, presentada como el lugar donde es posible recuperar lo que de divino tiene el ser humano. Tambi

Trópico de Cáncer. Por Henry Miller

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Vivo en la Villa Borghese. No hay ni pizca de suciedad en ningún sitio, ni una silla fuera de su lugar. Aquí estamos t odos solos y estamos muertos. Anoche Boris descubrió que tenía piojos. Tuve que afeitarle los sobacos, y ni siquiera así se le pasó el picor. ¿Cómo puede uno coger piojos en un lugar tan bello como éste? Pero no importa. Puede que no hubiéramos llegado nunca a conocernos tan íntimamente Boris y yo, si no hubiese sido por los piojos. Boris acaba de ofrecerme un resumen de sus opiniones. Es un profeta del tiempo. Dice que continuará el mal tiempo. Habrá más calamidades, más muertes, más desesperación. Ni el menor indicio de cambio por ningún lado. El cáncer del tiempo nos está devorando. Nuestros héroes se han matado o están matándose. Así que el héroe no es el Tiempo, sino la Intemporalidad. Debemos marcar el paso, en filas cerradas, hacia la prisión de la muerte. No hay escapatoria. El tiempo no va a cambiar. Estamos ahora en el otoño de mi segundo año en París. Me env

Ednodio Quintero. Autor de Confesiones de un Perro Muerto

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Ednodio Quintero nació en 1947, en Las Mesitas (Trujillo), un "lugar agreste de la alta montaña" de los Andes venezolanos. A su infancia montañesa, le debe la costumbre algo triste de la soledad, el hábito voraz de la lectura salvadora y, tal vez también, la vinculación a un paisaje austero y alucinado que, casi sin pretenderlo, se ha convertido en registro y cadencia de su voz. Actualmente reside en Mérida, ciudad a la que llegó, en 1965 para estudiar Ingeniería Forestal. Es profesor de la Escuela Nacional de Medios Audiovisuales, de la Universidad de Los Andes, y uno de los narradores y ensayistas más destacados de la literatura venezolana contemporánea. Un silencio de diez años separa sus tres primeros volúmenes de cuentos -La Muerte Viaja a Caballo (1974), Volveré con mis Perros (1975), El Agresor Cotidiano (1978)- de la que podríamos llamar su narrativa actual. El propio Ednodio Quintero confiesa que es a partir de los cuarenta años cuando empieza realmente a sentirse es

Confesiones de un Perro Muerto. Por Ednodio Quintero

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35. Algunas veces, como hoy, se me hace extremadamente difícil dar inicio a la redacción del diario. La tarea de encontrar la primera frase me resulta ardua e inextricable. Como si avanzara descalzo por un sendero tapizado de cristales rotos. Por suerte, la bendita frase, que había permanecido oculta en el buche de algún pajarito o sepultada bajo toneladas de lodo en un alud de montaña, aparece con sus destellos de grafito sobre la página blanca. Propiciando, ya se sabe, una avalancha de palabras. La promesa de una tormenta verbal. Se trata de un proceso natural, que por conocido no deja de sorprenderme.Palabras, palabras y palabras, que, como decía Chuang Tzu, no son una mera emisión de aire. Palabras que intentan expresar, más allá de sus oscuras resonancias, alguna forma de sentimiento. Ideas que necesitan ser expuestas al sol de mediodía. O, tal vez un mundo de abstracciones ligado a lo meramente verbal. Quién sabe.Hacía ya más de una semana que no escribía. Y durante ese lapso, q

Louis Aragon. Autor de "El Coño de Irene"

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Poeta, novelista y ensayista francés, nacido en París. Fue uno de los líderes del los movimientos literarios conocidos como dadaísmo y surrealismo. Durante los primeros años de su carrera escribió varias obras de carácter experimental, entre las que se incluye la colección de poemas Fogata (1920) y el largo ensayo Tratado de estilo (1928). En 1930, abrazó el comunismo y la estética del realismo socialista. A partir de entonces fue uno de los propagandistas más activos del comunismo francés, y editó un periódico comunista después de la II Guerra Mundial, durante la cual fue una figura destacada de la Resistencia. Las novelas de Aragon, retratos realistas de la Francia moderna, incluyen, Las campanas de Bâle (1934), Los bellos (1936), Aurélien (1945), y Semana santa (1958). Su poesía lírica postsurrealista incluye Frente (1931), El quebranto (1941), y Los ojos de Elsa (1942).

El Coño de Irene. Por Louis Aragon

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¡Tan pequeño y tan grande! Aquí es donde estás a tus anchas, hombre finalmente digno de tu nombre, es aqu í donde te encuentras a la escala de tus deseos. No temas acercar el rostro a ese lugar, y ya tu lengua, la muy charlatana, no se está quieta, ese lugar de delicias y de sombra, ese patio de ardor, en sus límites nacarados, la hermosa imagen del pesimismo. Oh raja, raja húmeda y suave, querido abismo vertiginoso. En ese surco humano es donde los navíos al fin perdidos, con su maquinaria ya inutilizable, volviendo a la infancia de los viajes, despliegan en su mástil improvisado el velamen de la desesperación. Entre los pelos rizados, qué bella es la carne: bajo ese bordado bien compartido por el hacha amorosa, amorosamente aparece la piel pura, espumosa, láctea. Y los pliegues, al principio pegados, de los grandes labios se entreabren. Encantadores labios, vuestra boca se parece a la de un rostro que se inclina sobre un cuerpo adormecido, no horizontal y paralela a todas las bocas d