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Mostrando entradas de octubre 9, 2011

El arquetipo de la amante. Por Beatriz Chemor / Regina Freyman

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Todos los hombres temen a la muerte. Es un miedo natural que nos consume. La tememos, porque sentimos no haber amado lo suficiente. Cuando haces el amor con una mujer grandiosa, que te hace sentir verdaderamente poderoso, el miedo desaparece, la pasión por vivir es la única realidad. No es una tarea fácil, se requiere de mucho valor sentirse inmortal. ¿Qué es la nada? ¿Qué es lo que contiene la nada? Son preguntas que aún no tienen respuesta, al igual que la muerte o la inmortalidad; sin embargo, hay una respuesta individual: para nosotras, la nada contiene los deseos, la pasión, la historia de los amantes y ahí está, en definitivo, la inmortalidad. La palabra amante se llenó de manchas, se ha prostituido, aun cuando el contenido implica mucho más que una relación extramarital; se contamina de este significado y se hace huésped de una infracción que no tiene nombre. Primero habría que definirla para despojarla de prejuicios que estropean su pureza y virginidad, la empañan con lastres d

El ermitaño del reloj. Por Teresa de la Parra

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Éste era una vez un capuchino que encerrado en un reloj de mesa esculpido en madera, tenía como oficio tocar las horas. Doce veces en el día y doce veces en la noche, un ingenioso mecanismo abría de par en par la puerta de la capillita ojival que representaba el reloj, y podía así mirarse desde fuera, cómo nuestro ermitaño tiraba de las cuerdas tantas veces cuantas el timbre, invisible dentro de su campanario, dejaba oír su tin, tin de alerta. La puerta volvía enseguida a cerrarse con un impulso brusco y seco como si quisiese escamotear al personaje; tenía el capuchino magnífica salud a pesar de su edad y de su vida retirada. Un hábito de lana siempre nuevo y bien cepillado descendía sin una mancha hasta sus pies desnudos dentro de sus sandalias. Su larga barba blanca al contrastar con sus mejillas frescas y rosadas, inspiraba respeto. Tenía, en pocas palabras, todo cuanto se requiere para ser feliz. Engañado, lejos de suponer que el reloj obedecía a un mecanismo, estaba segurísimo de