SEMBLANZA DE HUMANO. Fragmento de "Elogio de la Madrastra". Por Mario Vargas Llosa.

Perdí la oreja izquierda de un mordisco, peleando con otro humano, creo. Pero, por la delgada ranura que quedó, oigo claramente los ruidos del mundo. También veo las cosas, aunque al sesgo y con dificultad. Pues, aunque al primer golpe de vista no lo parezca, esa protuberancia azulina, a la izquierda de mi boca, es un ojo. Que esté allí, funcionando, capturando las formas y los colores, es un prodigio de la ciencia médica, un testimonio del progreso extraordinario que caracteriza al tiempo en que vivimos. Yo debía de estar condenado a perpetua oscuridad, desde el gran incendio –no recuerdo si provocado por un bombardeo o un atentado– en el que todos los sobrevivientes quedaron privados de la vista y el pelo, a causa de los óxidos. Tuve la suerte de perder sólo un ojo; el otro fue salvado por los oftalmólogos luego de dieciséis intervenciones. Carece de párpados y lagrimea con frecuencia, pero me permite distraerme viendo la televisión, y, sobre todo, detectar rá...