De la prodigalidad o el excedente suntuario. Por Michel Onfray
Del libro La Escultura de Sí Mismo . Colección Los Cinocéfalos . Ediciones Errata Naturae. La prodigalidad es una virtud de artista. Me fascina tanto como me disgustan la avaricia y la economía. Por otra parte, se podría definir al burgués como el ser radicalmente incapaz de gastar, sin quedar destruido por la contrición o carcomido por el remordimiento. El arrepentimiento lo invade en cuanto se desprende de sus ducados, y no conoce otra manera de redimirse que volver una y otra vez al trabajo. Acumular, atesorar, tener y poseer: no se cansa de amontonar dinero, confeccionar tesoros y calcular beneficios y dividendos. Su alma es la de un contador: de noche, sueña con libros contables y alcancías, carteras de acciones y riquezas que rinden. No siento más que desdén por la parábola de los talentos, y el hijo pródigo sólo me gusta mientras dilapida. El usurero, el banquero, el gerente, el economista, son figuras afectadas de la burguesía, que se define por lo que tiene, ya que sólo es lo