Amor. Por Krina Ber
Esos besitos tiernos en el cuello o cesan muy pronto en un susurro de duerme bien, amor o siguen, y cuando siguen, se intensifican, se acompañan de mordiscos en el labio inferior, presagio de otra sesión de sexo conyugal, siempre bueno, a veces muy bueno, a veces especial, y cómo idear un cuento sobre algo tan de siempre y tan de a veces, en todo caso suficiente para ella, dulce refugio de placer debajo de la superficie de los días. Se libera levemente de su abrazo. Espera… La puerta está abierta. Siempre la condenada puerta. A veces, el gesto de levantarse y cerrarla convierte el hechizo en rutina programada y cuando vuelve a la cama el prólogo de besitos en el cuello culmina tan sólo en uno de buenas noches. Ambos están cansados. Pero a ella no le gustan las puertas cerradas. Desde niña sentía la necesidad de estar conectada con el resto de los espacios de la casa, dormirse segura y como flotando en el trastear de ollas y silbido de agua que hierve en la cocina, en los susurros de lo