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Mostrando entradas de 2012

Milan Kundera. Por Cinzia Ricciuti.

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Kundera, siempre Kundera, cada cuatro o cinco años, cuando alguien me lo recuerda, cuando necesito desnudar las cosas, cuando quiero que me sean dichas sin adornos. Leo La Insoportable Levedad del Ser. Me pregunto si de verdad me gusta ese libro o si simplemente me acostumbré a decir que me gusta o si me gustó alguna vez y ya no. Igual lo leo, lo devoro. Kundera y su sinceridad. Kundera y sus personajes miserables que no tienen ni siquiera el derecho a un poco de realidad. Sacados de su mente, expuestos, solos, sin sangre. Kundera el cirujano de los sentimientos. El que habla siempre de pesadillas. El poco poeta. No hay amor en Kundera. La amargura por su Praga invadida, por los rusos, por la incertidumbre, por la indignidad. Es tiempo de horrores, me digo. Y sigo. Leo a sus mujeres. Sus hombres no me gustan. Aman y no lo saben, odian y no lo saben. Odian amando, aman odiando. Tienen miedo. Son hombres. Me alejo. En sus mujeres...me reconozco. Kundera hubies

El Entierro. Por Lord Byron

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En Villa Diodati se dieron cita para celebrarse entre los placeres de la imaginación y del cuerpo los escritores Lord Byron, Percy y Mary Shelley, así como el médico y la amante de Byron, John Polidori y Claire Clairmont, respectivamente. En medio de la locura del vino, el opio y la literatura de terror, se embarcaron en una competencia: ¿Quién podía escribir la historia más truculenta?. Mary Shelley y John Polidori salieron airosos. Byron entregó un cuento llamado El Entierro . Nunca sintió afecto por él. No sabemos si la razón de su odio fue por considerarlo de baja calidad literaria o por ser responsable de una derrota ante los que él pudo considerar aficionados literarios. En el año de 17..., después de haber meditado algún tiempo sobre la posibilidad de viajar por tierras ignoradas por los viajeros, partí en compañía de un amigo, a quien me referiré como August Darvell. Era unos años mayor que yo, un hombre de fortuna considerable y de familia aristocrática. V

Poemas de Petrarca

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A una joven en un verde laurel Vi más blanca y más fría que la nieve que no golpea el sol por años y años; y su voz, faz hermosa y los cabellos tanto amo que ahora van ante mis ojos, y siempre irán, por montes o en la riba. Irán mis pensamientos a la riba cuando no dé hojas verde el laurel; quieto mi corazón, secos los ojos, verán helarse al fuego, arder la nieve: porque no tengo yo tantos cabellos cuantos por ese día aguardara años. Mas porque el tiempo vuela, huyen los años y en un punto a la muerte el hombre arriba, ya oscuros o ya blancos los cabellos, la sombra ha de seguir de aquel laurel por el ardiente sol y por la nieve, hasta el día en que al fin cierre estos ojos. No se vieron jamás tan bellos ojos, en nuestra edad o en los primeros años, que me derritan como el sol la nieve: y así un río de llanto va a la riba que Amor conduce hasta el cruel laurel de ramas de diamante, áureos cabellos. Temo cambiar de faz y de cabellos sin que me muest

Poemas de Guillermo Sucre

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Guillermo Sucre es todavía un poeta venezolano. Digo todavía debido a que, posiblemente, exista la posibilidad ¿lejana? ¿cercana? de dejar de serlo, es decir, de dejar de ser poeta y venezolano. Nació el día en que nació en 1933 en Tumeremo, estado Bolívar. Ha publicado varios libros de los cuales sólo voy a apuntar En el verano cada palabra respira en el verano. No lo he leído, pero alguien muy querido, cada vez que habla de la obra de Sucre, menciona este título de manera casi obsesiva El interior del Vértigo Las palabras que no logro inventar son las que me explican. Sonido ahogado bajo las grandes lluvias de mi infancia y ese horror ese estupor entre los follajes de la noche. Los que piensan que les ha llegado la hora Los que piensan que les ha llegado la hora y se aprestan para asumir su destino los que saben que siempre llegan a deshora contra todo destino los que escriben para sobresalir no para encontrar la salida   ¿Hay salida? los

La lengua de Virgilio. Por Antonio José Ponte

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  En este mismo patio En este mismo edificio (mismísimo edificio, habría escrito un espíritu tan extrovertido como el de Virgilio Piñera), antigua sede   de la sociedad   Lyceum,   ocurrieron   dos importantes hechos. Del primero queda un libro, pero antes fue una serie de conferencias que dictó aquí Cintio Vitier: me refiero a Lo cubano en la poesía. Del segundo, suceso de menos monta, queda   el   recuerdo    inseguro   de   algún   contemporáneo.    Según Mariano Rodríguez en el patio del Lyceum pelearon José Lezama Lima y Virgilio Piñera, pelearon a golpes. Gracias a la memoria de un lugar hago entrar a tres nombres que van a ocuparme: Virgilio Piñera, Cintio Vitier y José Lezama Lima.     La pelea del patio A Nietzsche le molestaba que se dijera siempre Goethe y Schiller llamándolos por par. Me parece que nosotros decimos demasiado Lezama y Virgilio. Pero cuando decimos Lezama y Virgilio que­ remos dar a entender la mayoría de las veces Virgilio versus Le