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Mostrando entradas de julio 26, 2009

Antonieta Madrid. Autora de Al Filo de la Vida

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Nació en Valera, Venezuela, en 1939. Fue profesora de Literatura Latinoamericana en la Escuela de Letras de la UCAB, Magíster en Literatura Latinoamericana Contemporánea de la Universidad Simón Bolívar, Licenciada en Educación (UCV, 1963-68). Participante en el Internacional Writing Program, The University of Iowa/School of Letters, becada por la misma universidad (Iowa City, Iowa, USA, 1968-1971), ha publicado: Nomenclatura cotidiana, New Cork, SAE 1971; Reliquias de trapo (relatos, 1972); No es tiempo para rosas rojas (novela 1975 y 1983), Feeling (relatos), Caracas, CADAFE, 1983; Lo bello/lo feo (ensayos 1983). Ha obtenido el Primer Premio del Concurso Latinoamericano de Cuentos del INCIBA. Fue Jefe del Taller de Narrativa del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos y ha ocupado cargos diplomáticos en las Embajadas de Venezuela en Buenos Aires, Atenas y en el Servicio Interno de la Cancillería Venezolana. Sus obras, traducidas a varios idiomas, forman parte de numerosas

Dos cuentos de Antonieta Madrid

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Archivos Azules Indaga inquisidor... ¿Quieres saber si he amado? ¿Cuántos y a quiénes he amado? Tras un vuelo rasgado se cuenta una historia Y todos callan... MARÍA TERESA OGLIASTRI: Sherlock Holmes Nadie sabrá jamás de sus amores. ¡Nunca! Porque ella es una tumba y una tumba será siempre. Ni con el pensamiento revelará el secreto, propio de los archivos azules. había sid o tan bello aquel encuentro. La relación perfecta. Un acoplamiento cósmico. La atracción llegó, como en un sueño, y se instaló entre los dos. Después se fue convirtiendo en un verdadero sentimiento. Habían decidico mantener el secreto. Acordaron no salir juntos. ¿Y si acaso llegaran a encontrarse con los amigos comunes? Pues nada, habían acordado comportarse como si sólo se tratara de una simple casualidad. Tendrían que sorprenderlos juntos para sospechar. Tendrían que tropezarse con ellos en sus propios caminos, en la entrada del lujoso edificio, en el exclusivo estacionamiento. Como si vivieran en un mundo aparte,

William Faulkner. Autor de El Ruido y La Furia

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Uno de los novelistas estadounidenses más importantes de este siglo, famoso por sus cerca de veinte novelas en las que retrata el conflicto trágico entre el viejo y el nuevo sur de su país. El mayor de cuatro hermanos de una familia tradicional sureña, nació en New Albany (Mississippi) el 25 de septiembre de 1897 y creció en las cercanías de Oxford. En 1915 abandonó el colegio, que detestaba, para trabajar en el banco de su abuelo. En la I Guerra Mundial ingresó en las fuerzas aéreas de Canadá sin llegar nunca a entrar en acción. A su regreso ingresó como veterano en la Universidad de Mississippi, que pronto abandonó para dedicarse a escribir viviendo de trabajos ocasionales. En 1924 publicó por su cuenta El fauno de mármol, un libro de poemas poco originales. Al año siguiente viajó a Nueva Orleans donde trabajó como periodista y conoció al escritor de cuentos estadounidense Sherwood Anderson, que le ayudó a encontrar un editor para su primera novela, La paga de los soldados (1926), y

El Ruido y La Furia. Por William Faulkner

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Siete de abril de 1928 A través de la cerca, entre los huecos de las flores ensortijadas, yo los veía dar golpes. Venían hacia donde estaba la bandera y yo los seguía desde la cerca. Luster estaba buscando entre la hierba junto al árbol de las flores. Sacaban la bandera y daban golpes. Luego volvieron a meter la bandera y se fueron al bancal y uno dio un golpe y otro dio un golpe. Después siguieron y yo fui por la cerca y se pararon y nosotros nos paramos y yo miré a través de la cerca mientras Luster buscaba entre la hierba. «Eh, caddie». Dio un golpe. Atravesaron el prado. Yo me agarré a la cerca y los vi marcharse. «Fíjese». dijo Luster. «Con treinta y tres años que tiene y mire cómo se pone. Después de haberme ido hasta el pueblo a comprarle la tarta. Deje de gimplar. Es que no me va a ayudar a buscar los veinticinco centavos para poder ir yo a la función de esta noche». Daban pocos golpes al otro lado del prado. Yo volví por la cerca hasta donde estaba la bandera. Ondeaba sobre l