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Mostrando las entradas etiquetadas como San Ignacio de Loyola

Una lección de los Ejercicios Espirituales

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 Por Valmore Muñoz Arteaga A las madres Esperanza y Cristina Hace algunos años, no sé cuántos, cayeron en mis manos las Obras Completas de San Ignacio de Loyola. Una edición magnífica de la Biblioteca de Autores Cristianos publicada en 1952. La compré entusiasmado por la experiencia, para ese momento reciente, de conseguir las Obras Completas de San Francisco de Asís, cuya lectura fue una verdadera aventura hacia el interior del hombre. Experiencia que alimentó mi afán por conocer, un poco más de cerca, la mística cristiana. Así que, todo lo que estuviera a mi alcance y me lo permitieran mis limitados recursos económicos, lo compraba. Así llegué a las obras de San Ignacio. Obras que no estaba buscando, ya que no había un orden consciente en mí. Pudieron ser las obras de cualquier otro, pero fueron esas las que se presentaron. Una vez en mis manos, me lancé a conquistar aquellas páginas amarillentas por el paso del tiempo. Sin embargo, no fue tan sencillo, ni tan simple. Sencillam...

Sentido del pecado

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  Por Valmore Muñoz Arteaga En las anotaciones correspondientes a los Ejercicios Espirituales de 1948, la Madre Félix reflexiona: “He aquí la brújula de mi navegación: cumplir la voluntad de Dios nuestro Señor. En desolación o consolación, en salud o enfermedad, en paz o en guerra: cumplo la voluntad de Dios nuestro Señor, ¡pues ya voy bien!” En todo, cumplir la voluntad de Dios. Creo, es mi apreciación muy personal, este es el resultado inevitable, no solo de quien ama a Dios, sino que, además, está consciente de que es amada. Amar a Dios y sentirme amado por Él, creo que allí radica en buena parte la potencia de la vida en la fe. Lo contrario sería, a mi juicio, abrir el corazón para que el pecado salga. San Agustín estaba convencido de que el pecado es “una aversión a Dios y volverse hacia las creaturas”. Darle las espaldas a Dios y volverse a las creaturas desordenadamente. De modo que en todo pecado hay una lucha de dos amores. Si yo, por amor del dinero, hago una acción de...

Madre Félix, pedagoga de la contemplación

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  Por Valmore Muñoz Arteaga Profesor del Colegio Mater Salvatoris Maracaibo - Venezuela Escribió Ramón del Valle-Inclán que “Dios es la eterna quietud, y la belleza suprema está en Dios”. Muy probablemente una idea semejante haya impulsado al pensamiento escolástico a inclinar preferentemente al estudio de la belleza inherente a toda criatura, es decir, la belleza trascendental. El universo es bello. Está compuesto de partes distintas, de luces y sombras; pero así como la belleza de un poema puede captarse considerando todos sus versos, de la misma manera, todo en este mundo es bello para quien sabe contemplarlo desde el punto de vista de donde se abarca el todo. Así, en estos términos, lo comprendió San Buenaventura. Todos los seres, cada uno de ellos, cada uno de nosotros, tenemos belleza, porque la belleza es un trascendental: donde hay ser hay belleza. Somos imagen y semejanza de Dios. La Madre Félix, fundadora de la Compañía del Salvador y de los colegios Mater Salvatoris, par...