El diablo no duerme

Ramón "Moncho" Sabella Si hay una constante en los setenta y dos días en los Andes, y una constante que se mantuvo cuando regresamos a la civilización, es esa frase de nuestras abuelas de que «el diablo no duerme». Y como nunca duerme, hay que estar alerta. Hablo del año 72 y del presente. Yo era el que menos probabilidades tenía de sobrevivir. Era el más delgado de todos, muy bajo, con veintiún años. Tenía pocos amigos en el grupo porque venía del colegio Sagrado Corazón y no del Stella Maris- Christian Brothers, sufría bronquitis crónica y padecía mal de altura. Pero como a tantos les sucedió, fui conociendo gradualmente el poder que la mente ejerce sobre el cuerpo. Todos los rugbiers pesaban más de ochenta kilos, puro músculo, mientras que yo pesaba menos de sesenta. ¿Por qué me salvé? Primero porque nunca, salvo el día del alud, dudé de que saldría con vida. Luego porque regulé adecuadamente el gasto y la reserva de energía, y en tercer lugar porque aprendí desde el ...