La cuenta regresiva
Por José Luis "Coche" Inciarte Yo había fijado que me moriría en la Nochebuena del 24 de diciembre. Setenta y tres días después de haber caído en la montaña. Quedaba poco tiempo. Y así como había escrito en una libretita todo lo que iba a hacer si sobrevivía, cuando me di cuenta de que la expedición final estaba por fracasar, porque tenían comida para diez días, que vencían el 22, me dije: les doy dos días más de plazo y me muero el 24. Adivinando mi intención, Adolfo Strauch, que en esa época me cuidaba como una madre, porque yo había dejado de luchar y me la pasaba tumbado en el fuselaje, dijo que no iba a permitirlo, ¡pero era tan fácil engañarlo y dejarse morir! El hecho de haberme puesto un plazo me daba, al mismo tiempo, una cierta serenidad. En esos días en el avión no se hablaba, las mentes se evadían y aquella alegría de todas las mañanas de experimentar que continuaba respirando languidecía hora a hora. Uno se miraba en los demás y el otro funcionaba como un espe