Últimamente, la figura del gran poeta chileno Vicente Huidobro (Santiago, 1893-Cartagena, 1948) parece ser indispensable para cualquier visión, panorama o estudio medianamente riguroso de la poesía chilena e hispanoamericana. Antes no sucedía así, las largas sombras de Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Jorge Luis Borges o César Vallejo parecían oscurecer y hasta ocultar la voz de Huidobro. Desde los finales de los años setenta hasta hoy se ha comenzado a hacer justicia. Y, quizá, no han sido los críticos o exégetas los que han señalado la necesidad de reconocer la obra y la teoría poética del chileno. Octavio Paz, Gonzalo Rojas, Juan Jacobo Bajarlía, Enrique Lihn u Oscar Hahn -poetas todos ellos a la par de ensayistas- han sido los primeros en recuperar la figura y el peso de Vicente Huidobro. Como digo, hasta bien entrados los años setenta la crítica casi no había dado nada de sí (1) , o, si se había reconocido a este autor, sólo se le mencionaba en artículos, algunas críticas o en estu