Despedida
Venezuela, el país donde vivo, atraviesa una hora muy complicada. Por todos es sabida la división e intolerancia que cunde en sus calles. Hemos llegado a niveles realmente bajos cuando hemos sido capaces de burlarnos de la desgracia o muerte de un adversario. Yo lo hice y, aunque sabía que no era lo correcto, lo honesto, lo humano, pues, dejé que todo eso se fuera por la borda y sólo mostré la peor cara que mi humanidad podía mostrar. En esos momentos me amparé en una frase que no justifica nada: “si ellos lo hicieron, por qué yo no” Palabras más, palabras menos, esta ha venido siendo la justificación para casi todo. He utilizado la escritura, para muchos un don, como trinchera para el insulto, la burla, la ironía y la desmesura. Cuando digo esto lo hago lleno de vergüenza. ¿Cuántos hombres en el mundo no perdieron sus vidas por escribir sus ideas? ¿Cuántos hombres han sido y son perseguidos por escribir sus pensamientos? ¿Cuántos hombres y mujeres se tomaron esto de escribir tan e