La Pasión según Johann Sebastian Bach
Por Valmore Muñoz Arteaga
Me inicié en la obra de
Johann Sebastian Bach con su famosa Toccata
y Fuga en re menor, BWV 565. Quizás su obra más popular. Cuando la escuché
por primera vez no tenía idea de que pertenece al acervo cultural de la
humanidad. Obra de juventud que pertenece a las formas libres para órgano de aquel periodo, entre las que se
cuentan fantasías, composiciones varias y fugas en solitario sin su
correspondiente preludio (o, toccata,
un término posterior a la era barroca). Por alguna razón, relacionaba esta obra
del maestro alemán con Drácula,
personaje que la Literatura le debe a Bram Stoker, pero que yo descubrí en las
famosas películas de la Hammer Films.
Todo mi conocimiento de
la música de Bach se reducía a esos minutos de intensidad sublime. No fue hasta
que leí El Lobo Estepario de Hermann
Hesse cuando volví a entrar en la mágica dimensión del compositor. En la
novela, Hesse o, más bien Harry Haller,
se deshace en elogios para una obra de Bach que, como es de suponer,
desconocía. Haller me abre el corazón a La
Pasión según San Mateo, que viene a ser la más grande obra religiosa de la
historia de la música. Las palabras de Haller sobre la obra me sedujeron por
completo, lo cual me impulsó a buscarla. No fue fácil su hallazgo.
Busqué en ese momento
de transición entre el disco de acetato y el nuevo disco compacto. Tampoco
logré hallarla en cassette. Pensé que no daría con ella. Sin embargo, una noche
en la emisora de radio de la Universidad del Zulia brindaron a su audiencia una
selección de la obra. La escuché y la disfruté, a pesar de tener que hacerlo de
esa forma tan fatigosa y espesa. No estaba preparado. Fue todo accidental.
Escuchar cierta música requiere de estar en la disposición para, eso mismo,
escuchar y esta obra requiere algo más que eso: contemplarla con los oídos y el
corazón.
Al cabo de algunos
años, accidentalmente, di con ella. La compré en una edición no muy reconocida,
pero era ella La Pasión según San Mateo
de Bach, aquella que atesora tanto Hermann Hesse. La escuché, más bien la
contemplé con los oídos y el corazón. Pude descubrir en ella que era verdad
aquello que su esposa, Ana Magdalena, afirmaba del maestro: fue la persona más
sensible a los valores religiosos que conoció en su vida, en la que pudo tratar
a personas de alta espiritualidad.
Los evangelistas |
Cuánta razón en la
pluma de Hesse, pero se quedó corto. Toda la potencia imaginativa del autor de Demian y El Juego de los Abalorios palidece al intentar describir aquello
que se desborda musicalmente perforando el alma, llenándolo de una luz más allá
de toda luz. Pero no solo se quedó corto en cuanto a la descripción, sino que
tampoco hace mención a que existía otra revisión musical a los evangelios. Bach
había compuesto pocos años antes otro oratorio dedicado a La Pasión según San Juan. Mucho más breve y menos profundo, pero
igual de hermoso en detalles espirituales. Se trata de una obra escrita por
Bach en 1724 para voces solistas, coro y orquesta. Se basa en los capítulos 18 y 19
del Evangelio de San Juan, aunque se
añadieron textos de la traducción que hizo Lutero de la Biblia y de su Pasión según
San Mateo.
Este oratorio trae en
su corazón un dardo tremendo contra el pueblo judío. Bach muestra a Pilatos con
una tímida inclinación a perdonar a Jesús y a los sacerdotes judíos presionando
para que lo crucifiquen. Esto sumado a que Lutero ya tenía fama de ser antisemita
por sus tres tratados, ayudó a que en el siglo XX algunos grupos sociales
metieran a Bach y a su pasión en el mismo saco de Lutero. Entre quienes argumentan
esta demostración de antisemitismo de Bach, se encuentra que en el texto se
dice varias veces que los enemigos de Jesús son los judíos, pero aunque parece
ser cierto que en Bach había una cuota antisemita, también es cierto que los
propios evangelios, entre ellos el de Marcos, pueden ser acusados también de
incentivar el odio hacia el pueblo hebreo.
La Pasión según San Mateo |
La
Pasión según San Juan fue estrenada en 1724 en la Iglesia de
San Nicolás, aunque luego fue sujeto a un número importante de modificaciones. Estas
son las dos pasiones que llegaron hasta nosotros, a pesar de que sus primeros
biógrafos nos hablan de cinco pasiones probablemente debido al hecho de que
escribió música completa para 5 años eclesiástico. ¿Dónde están las otras tres?
Aparentemente, existió una pasión, la de San Marcos, cuyo libreto habría sido
escrito por Christian Friedrich Henrici (Picander) y la música del maestro
alemán en 1731, pero esta obra se perdería durante la Segunda Guerra Mundial. Sin
embargo, se afirma que la música de este oratorio, Bach lo trasladaría a la
cantata Trauder Oda, cantata dedicada
a la fallecida reina, María Josefa de Sajonia. De esta Pasión según San Marcos hubo hasta dos versiones. Puede accederse
actualmente a una reconstrucción de esta Pasión
francamente hermosa, aunque los melómanos amantes de Bach no opinen lo mismo.
Por último queda La Pasión según Lucas, sobre la que más
oscuridades se arrojan. Félix Mendelssohn rechazó abiertamente la autoría de
Bach, pues los oídos más finos aseguran que esta obra es una parodia de las
pasiones de Juan y Mateo. De estas últimas pasiones
se ha hallado mucha información, datos y documentos que han permitido verificar
que el genio de Bach sí aparece en ambas, aunque con ciertos bemoles. Si efectivamente Bach
interviene en La Pasión según San Lucas
habría sido uno muy joven, muy lejos de estar a la altura del creador de las
pasiones de Juan y Mateo.
Más allá de todo lo que
la historia documente, más allá de verdades y mentiras, de luces y oscuridades,
lo cierto es que, ahora que he podido escuchar las cuatro (no sé cuál de las
versiones de Marcos tengo en mi poder), puedo afirmar que son un dulce
testimonio sobre las amargas horas que vivió Nuestro Señor Jesucristo y que, ni
la más sublime de las maniobras estéticas, pueden acallar el sufrimiento y el
dolor de aquel hombre sometido a las brutalidades interiores del ser humano. Al
mismo tiempo, son un testimonio de la potencia creadora del hombre cuando se
abandona a la fragancia del Evangelio. El hombre puede alcanzar los límites de
la belleza, esa inmaculada zona que nos ilumina el camino hacia la otra orilla
donde el desafío es a vencer al mundo.
Paz y Bien
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