Entre el tormento y la desesperación, la conversión

Por Valmore Muñoz Arteaga En 1942, Viktor Frankl, prestigioso psiquiatra austríaco, fue internado en el campo de concentración de Auschwitz. Espacio terrible, hostil y violento en el cual, hombres sin corazón, tejían con eficacia abrumadora la abolición del hombre, pues no se limitaba solo al exterminio del otro, ya que allí quedaba todo exterminado. Lo decía Confucio en sus Anales: “Quien se pone a trabajar con hilo distinto destruye el tejido completo”. Allí, en medio de las escenas más brutales e inadmisibles, Frankl descubrió el método terapéutico que desarrollaría después de alcanzar su libertad. Entre las penetrantes oscuridades del campo, se tropezó con la experiencia de compartir amarguras con prisioneros que, pese a las espesas y duras condiciones de vida, no perdían la esperanza, todos los días se afianzaban en un motivo por el cual vivir, vivir un día más, y otro, y otro. Eso ayudaba como nada a soportar la violenta cotidianidad del campo. Eso les mantuvo firmes en su ...