Poemas de Guillermo Sucre

Guillermo Sucre es todavía un poeta venezolano. Digo todavía debido a que, posiblemente, exista la posibilidad ¿lejana? ¿cercana? de dejar de serlo, es decir, de dejar de ser poeta y venezolano. Nació el día en que nació en 1933 en Tumeremo, estado Bolívar. Ha publicado varios libros de los cuales sólo voy a apuntar En el verano cada palabra respira en el verano. No lo he leído, pero alguien muy querido, cada vez que habla de la obra de Sucre, menciona este título de manera casi obsesiva








El interior del Vértigo
Las palabras que no logro inventar
son las que me explican.
Sonido ahogado bajo las grandes lluvias
de mi infancia
y ese horror ese estupor
entre los follajes de la noche.


Los que piensan que les ha llegado la hora

Los que piensan que les ha llegado la hora
y se aprestan para asumir su destino
los que saben que siempre llegan a deshora
contra todo destino
los que escriben para sobresalir
no para encontrar la salida  ¿Hay salida?

los que sólo viven para poner la vida en palabras
los que escriben para poner la palabra en la vida
los que lo coleccionan todo para sentirse perdurables
los que han contemplado una sola vez la belleza
y ya ello les depara una riqueza un desamparo
para siempre

la vida no es avara ni para preservarla
hay que saber también arriesgarla
como en el amor: más fuerte cuando más lo alimenta
el desamor
más vívido cuando nace y se extingue cada día


Escribo con las palabras que tienen sombra
Escribo con las palabras que tienen sombra pero no dan sombra
apenas empiezo esta página la va quemando el insomnio
no las palabras sino lo que consuman
es lo que va ocupando la realidad el lugar sin lugar
la agonía el juego la ilusión de estar en el mundo
la ilusión no es lo que hace la realidad sino la ráfaga escindida
simulacros donde ocurren las ceremonias intercambios de fulgores
del vacío del deseo
ya no hay sitio para la escritura
porque ella es el sitio mismo de lo que se borra
no descubrimos el mundo lo describimos en su terca elusión
ya no volveré al mar pero el mar vive en esa ausencia
que es el mar cuando la palabra lo dice
y se derrama sobre la página como una mano
ya no estaré en el bosque sino en la hoja que escribo y entreveo
su ramaje pasa el viento
ya no habrá más verano sino ese sol que devora a la memoria
y viene la gran noche de la arena que cubre los ojos y sólo
podemos leer lo que no estaba escrito

Y vuelvo a verme ciñéndome de nuevo a su cuerpo

Y vuelvo a verme ciñéndome de nuevo a su cuerpo
vuelvo a verme respirando su piel su pelo que apenas toco
otra vez las lluvias la noche como un árbol centelleante
ha cubierto la casa
el ojo torrencial del cielo me juzga me condena
oigo los rápidos chorreones caer en el patio siento la sumisión de las piedras
el ángel que se debate en las sombras afila su perfil de fuego
y lo vivo todo como si fuera memoria del exilio
pero pasarán los años
el adolescente se baña
en el río que ya no refleja
expone su desnudez bajo la luz brava del mediodía que hiere sus ojos
con la mano con que endiosa el sexo escribe sobre la arena
el latido de ese espacio salvaje
pasarán los años
pero sólo allí estará reposando
la cabeza
cerca de ese cuerpo
respirando la última tersura de su piel la trama cenicienta de su pelo
en la claridad que ha ido escindiendo el tiempo




and to die is different from what anyone supposed
W.W
Sólo la muerte tiene sentido
a Efraín, a Gonzalo
todo recobra su justa rotación como el pensamiento
cuando morimos
el cuerpo merece entonces ese esplendor y también
esa lenta respiración del mundo
en el verano
por primera vez vemos la vastedad
por primera vez el alba nos despierta con la arenisca
de la infancia
el vacío hace ahora el espacio de la casa y le devuelve
la profundidad de lo frágil
un muchacho recorre con sus manos las pulidas espirales
de la mecedora al mediodía
se mece en el sopor que nos hace más lúcidos
los helechos la humedad humeante del patio
y allá lejos el cotoperís espaciosamente mudo
la parra tramando la soleada caligrafía
de la soledad
qué no nos pertenece ya que pueda desposeernos de lo
que nos posee
somos la fijeza el último brillo donde empieza
la larga intemperie
ese lenguaje que todos hablamos
sin reconocerlo
morir no es un vértigo un abismo una incandescencia
sino el reconciliado orgullo
caen las máscaras y ya no hay rostro o el rostro
es la máscara que no cae
el mil veces expuesto signo que nadie
descifra
ni este mundo ni el otro ni éste ni el otro
espejo
ni memoria ni olvido
morir es la sola solitaria fresca posesión de la piel
que fuimos desollando
la memoria que el olvido recuerda

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