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Mostrando entradas de julio 7, 2024

Carta pública a Mariela (Sobre el sacrificio)

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Por Valmore Muñoz Arteaga Querida mía, a veces, como sabes, sentimos que todo nos golpea con una dureza que suponemos injusta. En otras ocasiones, es mucho peor. Los problemas caen uno tras otro y sentimos que no tenemos oportunidad de respirar. Vienen como olas que van golpeando las rocas almacenadas en la orilla. Poco a poco, esas olas, van erosionando aquello que se suponía sólido y fuerte hasta que va perdiendo su forma original. Lo mismo ocurre con nuestro corazón cuando las adversidades comienzan a sacudirnos, en muchas oportunidades, removiendo lo más profundo de nosotros. Allí, justo allí, debemos hacer que la fe sea la solidez de nuestro ser y estar en el mundo. No se trata de apelar a la fe como último recurso. Los cristianos debemos vivir en la fe y no acudir a ella cuando nuestras fuerzas nos abandonan, puesto que, por esa razón, por no vivir en la fe, es que nuestras fuerzas nos abandonan. Claro está, seguro lo debes estar pensando, esto no es fácil y tienes razón. Se nos

Fui a los bosques...

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Henry David Thoreau   Un experimento de este tipo es el que voy a describir con detalle, reuniendo por conveniencia la experiencia de dos años en uno. Como he dicho, no pretendo escribir una oda al abatimiento, sino jactarme con tanto brío como el gallo encaramado a su palo por la mañana, aunque sólo sea para despertar a mis vecinos. Cuando por vez primera fijé mi residencia en los bosques, es decir, empecé a pasar allí tanto mis noches como mis días, lo que hice, por accidente, en el Día de la Independencia, el 4 de julio de 1845, mi casa no estaba acabada para el invierno, sino que era sólo una defensa contra la lluvia, sin revoque ni chimenea, con bastos tablones manchados por paredes, con amplias grietas que no evitaban el frío de la noche. Los blancos y tallados montantes verticales y los marcos de puertas y ventanas recién cepillados le daban un aspecto limpio y aireado, especialmente por la mañana, cuando sus maderas estaban llenas de rocío, de modo que me figuraba que a mediodí