La psicología y los problemas nacionales

 Por Carl G. Jung


Esta mañana, mientras esperaba a mi hija a que se inscribiera en la universidad, me senté a leer una conferencia de Carl Gustav Jung que puede hallar en el Tomo 18 de sus Obras Completas en el volumen 2 correspondiente a La Vida Simbólica. Conferencia fue dictada en el Institute of Medical Psychology (The Tavistock Clinic) de Londres el 14 de octubre de 1936, cuando Jung acababa de volver de los Estados Unidos. Jung escribió esta conferencia durante el viaje, según su hija, Marianne Niehus-Jung. Este texto no se había publicado hasta ahora, pero se encuentran ideas similares en una entrevista en el periódico The Observer (Londres, sin fecha) reproducida en varios sitios: Time el 9 de noviembre de 1936, The Living Age (New York) en diciembre de 1936 y con el título «The Psychology of Dictatorship» en C. G. Jung Speaking, 1977.

De esta conferencia, solo rescataré algunos pasajes que me resultan muy luminosos para comprender los fundamentos psicológicos, al menos los de Jung, de algunos momentos histórico-sociales que, a mi juicio, nos podrían ayudar a comprender nuestra propia dinámica política.

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La psicología y los problemas nacionales

 … el fabuloso desarrollo de la ciencia, el alto nivel de la educación pública en la mayor parte de los países europeos y una opinión pública mejor organizada que nunca permitieron a los europeos creer en los logros conscientes del ser humano, en su razón, su inteligencia y su fuerza de voluntad. Casi parecía que el ser humano y sus ideales iban a poseer la Tierra y gobernarla sabiamente por el bien de todos los pueblos.

La Guerra Mundial acabó con este sueño y destrozó la mayor parte de los ideales de la época anterior. En esta atmósfera de posguerra surgió esta duda: ¿la mente humana está  bien? La cordura de la mente empezó a ser puesta en cuestión porque la gente que piensa se quedó asombrada ante todas las cosas que la humanidad es capaz de hacer…

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… Las relaciones internacionales giraron hacia el nacionalismo más exagerado, y el propio dios de la Tierra, la ultima ratio de todas las cosas del mundo (el dinero), desarrolló un carácter ficticio que nadie habría podido imaginarse antes…. Fracasaron casi todos los principales intentos de reducir los armamentos y estabilizar las finanzas internacionales. La humanidad comprendió poco a poco que estaba atravesando una de las peores crisis morales de todos los tiempos…

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Sean cuales fueren las razones psicológicas de la Gran Guerra, van más allá de mi competencia psicológica. Voy a hablar fundamentalmente de la situación psicológica que la Guerra ha provocado. Que haya una «situación psicológica» parece confirmado por gran número de fenómenos que tenemos que considerar síntomas. Decimos de un fenómeno que es un síntoma si es evidente que no funciona como un instrumento lógico para obtener un fin, sino que es simplemente el resultado de unas condiciones causales sin ningún tipo de propósito. Así, el color amarillo de la piel en un caso de ictericia es un fenómeno sin propósito, por lo que decimos que es un síntoma, a diferencia de la pintura de guerra de un piel roja, que forma parte del ceremonial guerrero. O pensemos en un hombre que está clavando un clavo en una pared y al que preguntamos por qué hace eso; si contesta que lo hace para colgar su abrigo, lo que está haciendo tiene un propósito, un sentido. Pero si contesta que lo hace simplemente porque se ha encontrado con un martillo y un clavo en sus manos, su acción será un síntoma, o al menos él quiere que pensemos que lo es.

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Los países en que suceden los síntomas más notables son básicamente los que participaron en la guerra y se han encontrado tras ella en un estado espantoso de miseria y desorden. Me refiero en especial a Rusia, Alemania, Austria e Italia. No importa cuál sea la causa, la miseria siempre es un estado psicológico concreto que se caracteriza por emociones concretas, como la depresión, el miedo, la desesperación, la inseguridad, la inquietud y resentimientos de todo tipo.

Como nuestra psicología empírica se basa en la experiencia de casos individuales, nuestra argumentación tiene que comenzar por el individuo. Esto nos conduce a la pregunta: ¿qué hará un individuo cuando se encuentre bajo la presión de la miseria aguda? Hay una reacción positiva y una reacción negativa a esta situación:

I. Positiva. El individuo hará un gran esfuerzo, mostrará más vigor y voluntad e intentará superar el obstáculo o la causa de la miseria mediante el esfuerzo físico, intelectual y moral. Será un intento completamente consciente y racional respaldado por todos los medios de que el individuo disponga. Si la fuerza de un individuo no basta, buscará la ayuda de otros; tal vez un número grande de individuos formará una organización para eliminar la causa del sufrimiento. Si este intento fracasa o si el individuo es demasiado débil desde el principio para luchar, se producirá la reacción negativa.

II. Negativa. En vez de medidas adecuadas de defensa, en vez de la concentración de la energía, de los esfuerzos de la voluntad y de todos los métodos racionales aplicables a ese estado, se producirá una reacción emocional. Una reacción emocional denota siempre un ajuste inferior. Esto no significa necesariamente que el ajuste sea ineficaz, sino que, si el individuo sale adelante con éxito, es porque ha sido arrastrado pasivamente sobre la cresta de una ola emocional más que por un esfuerzo consciente y deliberado de la voluntad. Con otras palabras: el éxito se ha obtenido de una manera primitiva e inferior, mediante una reacción meramente instintiva. Pero más a menudo la reacción emocional no tiene éxito porque es demasiado primitiva, porque es un mal ajuste a una situación tal vez muy complicada. En todo caso, el individuo es pasivo y es más el objeto de la emoción que su sujeto. Por lo general, la reacción emocional consiste en la depresión, el miedo e incluso el pánico. Los estados emocionales siempre provocan reacciones instintivas. La jerarquía de la razón humana se debilita y desintegra, dejando la puerta abierta a la intrusión de fuerzas instintivas primitivas. La reacción emocional siempre significa regresión. La primera consecuencia de la regresión suele ser la reaparición de los métodos y las actitudes infantiles. A menudo, las personas que se encuentran bajo la influencia del miedo y la desesperación se vuelven infantiles, exageradamente desvalidas y desmoralizadas. El desvalimiento y el pánico conducen a la formación de grupos, o mejor a amontonarse en masas para buscar la seguridad gregaria.

La formación de un grupo bajo la influencia del pánico no se puede considerar una organización, pues no se basa en la razón y la voluntad, sino en un movimiento básicamente emocional…

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… Los rasgos comunes a todos los miembros son básicamente cualidades instintivas; éstas tienen un carácter relativamente primitivo y son indudablemente inferiores al nivel mental de la mayor parte de los miembros del grupo. Así pues, cien personas inteligentes juntas dan como resultado un cabezota.

La psicología de las masas siempre es inferior, hasta en sus empresas más idealistas. El conjunto de una nación nunca reacciona como un individuo moderno normal, sino como un ser grupal y primitivo… Dentro de un grupo, una persona siempre es irracional, irresponsable, emocional, errática, nunca es de fiar. Crímenes que un individuo nunca  podría soportar son cometidos tranquilamente por el grupo. Una mujer de la alta sociedad preferiría morir a acudir a una cena con un traje obsceno; pero si estuviera de moda en el grupo, no vacilaría ni un segundo en ponerse la monstruosidad más horrible. Piensen por un momento en el famoso cul de Paris que embelleció la juventud de nuestros mayores. Y los hombres no somos mejores. Cuanto más grande es una organización, más baja es su moralidad. El dirigente de un gran movimiento religioso dijo una vez que lo pillaron mintiendo: «Oh, por Cristo se puede mentir».

Las naciones son los grupos organizados más grandes, y desde el punto de vista psicológico son unos monstruos pesados, estúpidos y amorales, como esos enormes reptiles con un cerebro increíblemente pequeño. Son insensibles a los argumentos racionales, son sugestionables como los histéricos, son infantiles y volubles, víctimas indefensas de sus  propias emociones. Las naciones se creen todos los embustes (léase «eslóganes»), son estúpidas en un grado asombroso, son avariciosas, imprudentes y ejercen una violencia ciega, como un rinoceronte al que alguien ha despertado. Perseveran en sus disparates, sus  emociones, sus resentimientos y sus prejuicios más allá del momento psicológico, y se les engaña con el truco más sencillo. La mayor parte del tiempo viven en sueños e ilusiones primitivas que se presentan como «ismos». Mientras puedan pastar en el campo sin que nadie las moleste, las naciones son inofensivas. Pero si su alimento escasea y tienen que emigrar a un territorio vecino, se vuelven violentas. No se les puede convencer de que a lo largo de todos estos miles de años los seres humanos hemos desarrollado unos métodos mucho mejores y que los individuos creemos en la razón y la inteligencia.

Los grupos monstruosos tienen una propensión natural a los líderes. Pero un líder siempre forma un grupo dentro de la nación, y ese grupo es más avaricioso y come más que los otros grupos sometidos a él. Y como los monstruos avariciosos son celosos, se deshacen de sus líderes y dicen que esta nueva situación es una democracia, donde nadie da órdenes y nadie cumple órdenes…

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El Estado es el reflejo psicológico del monstruo de la democracia. La nación siempre se levanta como un solo hombre, y el Estado también es un solo hombre. En efecto, es una persona con medios ilimitados, más severa que cualquier tirano del pasado, avariciosa al máximo y peligrosa biológicamente. El Estado no hace como los emperadores romanos, que esclavizaban a los prisioneros de guerra de los estratos más bajos de la población, sino que extrae sus impuestos de los individuos más vitales y talentosos de sus dominios, esclavizándolos para costear sus caros caprichos. El Estado no sabe que la energía sólo trabaja cuando se ha acumulado. Su energía es el dinero. El Estado da sablazos a todas las acumulaciones de esta energía elaboradas con mucho cuidado y la disipa, de modo que se vuelve ineficaz y provoca una entropía artificial.

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…Para fomentar sus ilimitadas ambiciones se han inventado dos nuevos «ismos»: el socialismo y el comunismo. Éstos incrementan el carácter ultrademocrático del Estado en un grado extraordinario: el hombre en una isla desierta es ahora la democracia social comunista. A estas ilusiones les acompaña otro procedimiento útil, la socavación del dinero, que en el futuro inmediato volverá ilusorios los ahorros, que al igual que la continuidad cultural estaban garantizados por la responsabilidad individual. El Estado asume la responsabilidad y esclaviza a los individuos para sus ridículos planes. Todo esto es obra de lo que denominan inflación, devaluación y últimamente «dilución», que no conviene confundir con el impopular término «inflación». La dilución es ahora la palabra correcta, y sólo los idiotas son incapaces de ver la gran diferencia entre este concepto y la inflación. El valor del dinero se está convirtiendo en una ficción garantizada por el Estado. El dinero se convierte en papel, y todos nos convencemos unos a otros de que esos pedacitos de papel valen algo porque el Estado lo dice….

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…Ya en 1918 publiqué un artículo en el que llamé la atención de mis contemporáneos sobre un desarrollo sorprendente en la versión alemana de lo inconsciente colectivo. Yo había tenido conocimiento de ciertos sueños colectivos de alemanes que me convencieron de que describían el inicio de una regresión nacional análoga a la regresión de un individuo asustado y desvalido, el cual se vuelve primero infantil y luego primitivo o arcaico. Vi acercarse a la «bestia rubia» de Nietzsche, con todo lo que eso implica. Estaba seguro de que el cristianismo sería desafiado y que los judíos serían atacados. Intenté abrir un debate para prevenir la inevitable violencia de la erupción de lo inconsciente que yo temía (pero no lo suficiente, como por desgracia los acontecimientos han demostrado claramente). No necesito decir que nadie me escuchó. La niebla de la psicología de guerra todavía era demasiado densa.

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La culta clase media se arruinó, pero el Estado seguía fuerte, aplicando más y más rojo «ista» como pintura de guerra. El país vivía en la miseria extrema y la inseguridad, y olas de pánico se abalanzaron sobre la población. En un caso individual, esto es el síntoma de que una erupción se aproxima. Estas erupciones sacan a la luz material arcaico, arquetipos que unen sus fuerzas con el individuo y con la gente. Aquí hay una teleología: esto crea fuerza donde había debilidad, convicción en vez de duda, valentía en vez de miedo. Pero la energía que hace falta para llevar a cabo esa transformación se quita de muchos valores antiguos, y el éxito obtenido se paga caro. Esta erupción siempre es una regresión a la historia y siempre significa un descenso del nivel de civilización.

Mediante el comunismo en Rusia, el nacionalsocialismo en Alemania y el fascismo en Italia, el Estado se ha vuelto omnipotente y reclama a sus esclavos su cuerpo y su alma…  La vieja idea totalitaria de la civitas Dei es realizada ahora por el Estado: todas las ovejas valen lo mismo, y el rebaño está junto, vigilado por perros de paisano y de uniforme, privado de todos los derechos con que soñaba el hombre de la isla desierta que se consideraba a sí mismo una democracia. Ya no hay derechos, sólo deberes. Las fuentes de energía, la industria, el comercio, el dinero, hasta las empresas privadas, todo ha sido absorbido por el nuevo propietario de esclavos, el Estado…

… Ahora son los líderes. El Estado ha confirmado su realidad personal al encarnarse en unos hombres que antes no eran nadie, pero que poseen la gran voz espiritual que obliga a la gente a obedecer sin rechistar. Son como emperadores romanos, usurpadores de imperios y reinos; al igual que ellos, son encarnaciones de una deidad que antes era invisible y en la que ahora todo el mundo cree devotamente. Son el Estado que ha relevado a la teocracia medieval…


…  El propio Hitler, en tanto que persona normal y corriente, es un hombre tímido y amable con gustos y talentos artísticos. Es inofensivo y modesto, y tiene unos ojos bonitos. Pero procede de Braunau, una pequeña ciudad que ya ha producido dos médiums famosos, los hermanos Schneider. (Harry Price ha escrito un libro sobre uno de ellos.) Hitler es presumiblemente el tercero y más eficaz de los médiums de Braunau. Cuando el espíritu del Estado habla a través de él, la voz de Hitler es estruendosa y su palabra es tan poderosa que reúne a millones de personas, como quien barre las hojas que caen en otoño…

…  Por supuesto, ustedes dirán, como todo el mundo: «Hay que ser alemán para entender estos milagros». Sí, también hay que ser italiano para entender la mitología del fascio, o ruso para apreciar los encantos del paternal régimen de Stalin. Por supuesto, ustedes no pueden entender a esos graciosos extranjeros, pues sir Oswald Mosley y el coronel De la Rocque todavía son unos niños de pecho. Pero si estudian con detenimiento los planes del presidente Roosevelt y lo que la famosa NRA significa para el comercio y la industria estadounidenses, se harán una idea de qué cerca está el gran Estado en América de convertirse en la encarnación de Roosevelt. El presidente lo está deseando, pero las circunstancias todavía no son bastante malas… Yo soy suizo, de modo que simpatizo mucho con esta actitud. Como no conocemos nada mejor, los suizos vamos a la cola de los acontecimientos y nos comportamos como hemos hecho durante seiscientos años. Todavía no podemos imaginarnos a nuestro dictador, pero una mayoría desgraciada ya cree en el poderoso fantasma al que hemos sacrificado nuestros ferrocarriles y el patrón oro…

La encarnación del fantasma del Estado no es un asunto menor. Compite con paralelos históricos muy famosos; los desafía. Así como el cristianismo tenía una cruz para simbolizar su enseñanza esencial, Hitler tiene una esvástica, un símbolo tan antiguo y extendido como la cruz. Y así como había una estrella sobre Belén que anunciaba la encarnación de Dios, Rusia tiene una estrella roja, y en vez de la Paloma y el Cordero una hoz y un martillo, y en vez del cuerpo sagrado un lugar de peregrinación con la momia del primer testigo.

…  La imagen de Hitler ha sido encumbrada a los altares cristianos. Hay personas que confiesan en sus lápidas que han muerto en paz porque sus ojos han visto no al Señor, sino al Führer. El ataque a la cristiandad es evidente; no hace falta corroborarlo con un movimiento neopagano integrado por tres millones de personas. Este movimiento sólo se puede comparar con el material arquetípico de un caso de esquizofrenia paranoide…

… Las naciones que se encuentran en un estado de miseria colectiva se comportan como los individuos neuróticos o incluso psicóticos. Primero se disocian o desintegran, luego pasan al estado de confusión y desorientación. Como no es un asunto de desintegración psicótica en un caso individual, la confusión afecta principalmente a las capas consciente y subconsciente, pero no a la estructura instintiva fundamental de la mente, a lo inconsciente colectivo. Al contrario, la confusión en las capas superiores produce una reacción compensadora en lo inconsciente colectivo que consiste en un sustituto peculiar de la personalidad, en una personalidad arcaica provista de fuerzas instintivas superiores. Esta nueva constelación es al principio completamente inconsciente, pero al activarse se vuelve perceptible en forma de una proyección…  Mientras la desintegración no alcance las capas profundas, la transferencia no producirá nada más que la proyección de la imagen del padre. Pero en cuanto la confusión escarbe en estas profundidades desconocidas, la proyección se volverá más colectiva y recurrirá a las formas mitológicas. En este caso, el médico aparece como una especie de brujo o salvador. Si se trata de personas activas religiosamente, el médico es sustituido por una imagen activada de Cristo o por la imagen de una presencia divina invisible.

… podemos interpretar la esvástica como una proyección de un intento colectivo inconsciente de formar una personalidad unificada compensadora. Este intento inconsciente desempeña una función muy importante en la personificación general del Estado. Le da su cualidad de fantasma y la facultad de encarnarse en una personalidad humana. En cierto sentido, la autoridad casi personal y la aparente eficacia del Estado no son nada más que la constelación inconsciente de una personalidad instintiva superior que compensa la palmaria ineficacia de la personalidad yoica consciente.

Cuando Nietzsche escribió Así habló Zaratustra, su profética obra maestra, no tenía la más remota idea de que el superhombre que había creado a partir de su miseria e ineficacia personal llegaría a ser una anticipación profética de un Führer o un Duce… Cuando Nietzsche escribió Así habló Zaratustra, su profética obra maestra, no tenía la más remota idea de que el superhombre que había creado a partir de su miseria e ineficacia personal llegaría a ser una anticipación profética de un Führer o un Duce…  Parecen tener el coraje sobrehumano o la imprudencia igualmente sobrehumana de cargar con una responsabilidad con la que al parecer nadie más está dispuesto o capacitado para cargar. Sólo a un superhombre se le pueden confiar facultades que son iguales a las dificultades de la situación actual. Pero sabemos que la experiencia mística y la identificación con una figura arquetípica confieren una fuerza casi sobrehumana a la persona normal y corriente. No en vano los alemanes llaman a su Führer «nuestra Juana de Arco». Hitler es un carácter que está abierto a las influencias inconscientes.

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…  Los rumores son una cosa muy fea, pero confieso que me parecen interesantes porque a menudo son la única manera de obtener información sobre un personaje público. Los rumores no necesitan ser verdaderos para ser valiosos. Aunque nos den una imagen completamente sesgada de una persona, nos muestran claramente la forma en que funciona su apariencia pública. La apariencia pública nunca es el verdadero carácter; es un compuesto del comportamiento del individuo y la función que la gente le atribuye. La biografía de un personaje público está formada sobre todo por la historia de su apariencia pública y muy poco por la verdad individual. Esto es el tributo que pagan las personas que se encuentran en el candelero.

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…Como el socialismo y el comunismo simplemente refuerzan los atributos de la democracia (es decir, de una Constitución en la que hay un gobernante sin súbditos y unos súbditos sin gobernante), sólo sirven para vaciar el significado del parlamento, del gobierno, del dinero y de los «derechos del ciudadano libre».

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No es probable que las naciones europeas permanezcan mucho tiempo en el caótico desorden de la infantil doctrina comunista. Más bien, están retrocediendo hacia un orden impuesto que no es otra cosa que una dictadura y una oligarquía tiránica. Al menos, esta forma ha salido a la luz en la lenta Rusia, donde ciento setenta millones de personas son mantenidas en orden por apenas un millón de militantes del partido comunista. En Italia es el fascio, y en Alemania la SS está a punto de convertirse en algo así como una orden religiosa de caballeros que gobierna una colonia de sesenta millones de nativos. En la historia del mundo no ha habido nunca un caso en que el orden se haya restablecido en el caos de una manera razonable y suave. El caos sólo se somete al orden impuesto.

El fantasma del Estado se encarna en el dictador y en su jerarquía oligárquica… Es verdad que los demócratas hablan, que los socialistas hablan más aún y que los comunistas les ganan a todos en hablar. Esto es lo que los ha conducido a la desintegración, y ésta es la razón por la que en una situación de orden impuesto se acaba abruptamente el hablar.

El desorden es destructivo. El orden siempre es una jaula. La libertad es la prerrogativa de una minoría, y siempre se basa en la desventaja de otros. Suiza, la democracia más antigua del mundo, se considera un país libre porque ningún extranjero ha disfrutado de una libertad en desventaja de ella… Somos débiles y carecemos de importancia, y nos gusta ser así; nuestro estilo de vida es angosto, y nuestra perspectiva está obstaculizada no sólo por los Alpes, sino además por auténticas montañas de prejuicios contra todo y contra todos los que superan nuestra talla. Estamos encerrados en la jaula del orden y disponemos simplemente de la cantidad de aire suficiente para no ahogarnos. Pero tenemos una virtud: somos modestos y poco ambiciosos. Por eso nos aferramos al orden y no hablamos demasiado. Pero nuestra libertad es muy limitada, por suerte. Esto tal vez nos libre de un dictador.

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Me gustaría citar a Miguel de Unamuno, uno de esos liberales españoles que han socavado el orden tradicional con la esperanza de crear una libertad mayor. Su confesión más reciente dice así: «Los tiempos han cambiado. La cuestión ya no es liberalismo y democracia, república o monarquía, socialismo o capitalismo. La cuestión es civilización y barbarie. La civilización está representada ahora en España por el ejército del general Franco».

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… Nuestra época se parecerá mucho a los primeros siglos d. C., cuando el césar era el Estado y un dios, y los sacrificios divinos se hacían al césar, mientras que los templos de los dioses se desmoronaban. Ustedes saben que en aquellos tiempos millares de personas apartaron su vista del mundo visible, llenas de horror y disgusto, y adoptaron una filosofía que curaba sus almas. Como la historia se repite y la espiral de la evolución parece volver al punto del que partió, es posible que la humanidad se esté acercando a una época en la que ya se habrá hablado bastante de las cosas que nunca son como nos gustaría que fueran y en la que surgirá la cuestión de por qué nos interesábamos por una mala comedia.



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