Poetas y poemas de la Sociedad de los Poetas Muertos
Robert Lee Frost, (San
Francisco, 1874- Boston, 1963) fue un poeta estadounidense, considerado uno de
los fundadores de la poesía moderna americana. Sencillo en sus versos, directo,
sentimental y profundo, así fue Frost y su obra. También proclamó el
individualismo. Su poema «El camino no elegido» es el que se puede escuchar en
la película, unos versos que recalcan la independencia que el ser humano debe
de tener a la hora de tomar el camino de su vida, sus decisiones, y que se hizo
muy popular en su país.
El profesor les dice a
los alumnos que tienen que mantener las convicciones ante los demás, aunque
otros digan que son raras ya que la conformidad es un peligro.
Los últimos versos del poema, muy inspirador, dicen
lo siguiente:
«Dos caminos divergían en un bosque / y yo elegí el menos transitado / y aquello es / lo que cambió todo.»
Henry David Thoreau, (Concord, Massachusetts 1817-1862), fue un escritor y filósofo estadounidense de tendencia trascendental en sus escritos. Tiene una cita muy reveladora:
«Casi todas las personas viven la vida en una silenciosa desesperación.» El precioso poema «Fui a los bosques», que se recoge en la película, es el siguiente: «Fui a los bosques porque quería vivir a conciencia. ¡Quería vivir a fondo y extraer todo el meollo a la vida! Dejar de lado todo lo que no fuera la vida y no descubrir, en el momento de la muerte, que no había vivido.»
En realidad, no es una poema sino una composición del segundo capítulo de la obra de Thoreau titulada «Walden: Where I lived, and what I lived for»
Robert Herrick, (Cheapside, Londres, 1591, Devon, 1674), fue un poeta inglés que escribió tanto poemas profanos como religiosos. Sus poemas se publicaron en el año 1648 bajo el título de «Hespérides, obras divinas y humanas».
«Coged las rosas
mientras podáis,
veloz el tiempo vuela.
La misma flor que hoy admiráis,
mañana estará muerta.»
Con estos versos el
profesor incita a sus alumnos a vivir al Carpe Diem.
La famosa frase Carpe Diem, pertenece al poeta romano Horacio. «Carpe diem quam mínimum credula postero.» «Aprovechad cada día, no te fíes del mañana», sería la traducción.
Abraham Cowley,
(Londres, 1618- Chertsey, 1667), fue un poeta metafísico inglés.
«¿Enseñarme a amar? Id
a enseñar a otra parte. Yo soy el profesor en ese arte. El dios del amor, si es
que existe algo así, puede aprender de mí.»
Esta frase, la dice uno de los muchachos en la cueva ante los miembros del club. El profesor les ha dado el libro «Five Centuries of verse» para que lo lean cuando comiencen las sesiones del grupo, y en sus páginas se recoge a este autor así como al siguiente que les voy a presentar.
Alfred Lord Tennyson,
(Lincolnshire, Inglaterra 1809, -Sussex Occidental, Inglaterra, 1892), fue un
poeta y dramaturgo inglés perteneciente al posromanticismo, uno de los más
destacados e ilustres de la literatura universal. La mayor parte de su obra
está inspirada en temas mitológicos y medievales.
«Venid amigos. No es
tarde para buscar un mundo nuevo, pues sueño con navegar más allá del
crepúsculo»
No puedo resistirme a
poner el poema entero, es de una belleza absoluta.
«He allí el puerto; el
barco hincha la vela;
crecen las sombras en
los anchos mares. Marineros míos,
almas que os habéis
afanado y forjado junto a mí,
que conmigo habéis
pensado, que con ánimo de fiesta
habéis recibido el sol
y la tormenta y les habéis
opuesto frentes y
corazones libres: sois viejos como yo;
con todo, la vejez
tiene su honor y sus esfuerzos;
la muerte todo lo acaba,
pero algo antes del fin
ha de hacerse todavía,
cierto trabajo noble,
no indigno de hombres
que pugnaron con dioses.
Ya se divisa entre las
rocas un parpadeo de luces;
se apaga el largo día;
sube lenta la luna; el hondo mar
gime con mil voces.
Venid amigos míos,
aún no es tarde para
buscar un mundo más nuevo.
Desatracad, y sentados
en buen orden amansad
las estruendosas olas;
pues mantengo el propósito
de navegar hasta más
allá del ocaso, y de donde
se hunden las estrellas
de occidente, hasta que muera.
Puede que nos traguen
los abismos; puede
que toquemos al fin las
Islas Afortunadas y veamos
al grande Aquiles, a
quien conocimos. Aunque
mucho se ha gastado
mucho queda aún; y si bien
no tenemos ahora
aquella fuerza que en los viejos tiempos
movía tierra y cielo,
somos lo que somos:
corazones heroicos de
parejo temple, debilitados
por el tiempo y el
destino, más fuertes en voluntad
para esforzarse,
buscar, encontrar y no rendirse.»
Y acabo, sin olvidar la
presencia que tiene el genial Shakespeare en la historia, con uno de los poetas
más presentes, el gran Walt Whitman ( West Hills, condado de Suffolk, Nueva
York, 1819- Camden, New Jersey, 1892), padre del verso libre, considerado el
más grande poeta americano y uno de los más influyentes en la historia de la
literatura universal. Su libro más importante, que corrigió hasta el fin de su
vida, es «Hojas de hierba».
Sus versos quieren mostrar su carácter existencialista, lo más importante para el autor es la afirmación del yo, la presencia del yo en el mundo, para que el ser humano sea lo suficientemente fuerte y así lidiar con los avatares de la vida. Ama la vida y nos invita a vivir a través de sus versos.
En su poema «¡Oh mi
yo!, ¡oh vida!», se cuestiona las preguntas que se hace el ser humano. Quiero
incluir algunos de sus versos en este post:
«¡Oh, mi yo!, ¡oh vida!
de sus preguntas que
vuelven,
del desfile
interminable de los desleales,
de las ciudades llenas
de necios,
De mí mismo,
que me reprocho siempre
(pues, ¿quién es más necio que yo, ni más desleal?)
(…)
de los malos resultados
de todo,
de las multitudes
afanosas
y sórdidas que me
rodean,
(…)
La pregunta, ¡Oh, mi
yo! la pregunta triste
que vuelve- ¿qué de
bueno hay en medio
de estas cosas, oh mi
yo, oh mi vida?
Respuesta
Que estás aquí, que
existe la vida y la identidad,
que prosigue el
poderoso drama,
y que puedes contribuir
con un verso.»
El maestro, en una
secuencia, insta a los alumnos a que le llamen mi capitán, en clara referencia
a estos versos que Whitman le dedicó al presidente de EE.UU Abraham Lincoln,
después de su asesinato en 1865. Se publicó por primera vez ese mismo año en un
apéndice adjunto a Hojas de hierba.
«Oh, Capitán, mi
Capitán! Nuestro azaroso viaje ha terminado;
El barco capeó los
temporales, el premio que buscamos se ha ganado;
Cerca está el puerto,
ya oigo las campanas, todo el mundo se muestra alborozado,
la firme quilla siguen
con sus ojos, el adusto velero tan audaz.
Pero, ¡Oh, corazón!
¡Corazón! ¡Corazón!
Oh, se derraman gotas
rojas
en la cubierta donde
yace mi Capitán
caído, frío y muerto.
¡Oh, Capitán! ¡Mi
Capitán! Levántate y escucha las campanas;
levántate —por ti la
enseña ondea— por ti suena el clarín;
por ti son las
guirnaldas y festones —por ti se apiñan gentes en la orilla;
por ti claman, la
inquieta masa a ti se vuelve ansiosa.
¡Escucha, Capitán!
¡Querido padre!
Te pongo el brazo bajo
la cabeza;
Un sueño debe ser que
en la cubierta
hayas caído frío y
muerto.
Mi Capitán no contesta,
están sus labios pálidos e inertes;
Mi padre no es
consciente de mi brazo, no tiene pulso ya ni voluntad.
El barco sano y salvo
ha echado el ancla, el periplo por fin ha concluido;
del azaroso viaje, el
barco victorioso regresa logrado el objetivo.
¡Exultad, oh, costas!,
y ¡sonad, oh, campanas!
Mas yo, con paso
fúnebre recorro
la cubierta donde yace
mi Capitán
caído, frío y muerto.»
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