EL PERRO ANDALUZ. Por Francisco Umbral

Un perro andaluz, la famosa película surrealista de Salvador Dalí y Luis Buñuel, se echó a la calle tal que ayer en Andalucía y empezó a morder con mordiscos de silencio al personal de las colas, lo cual que en poco tiempo nos quedamos sin votación en Andalucía, salvo el señor Chaves, que dio el semblante porque tiene mucho. Andalucía, tan española, tiene algo misterioso, del faralae a la entrepierna. Una vez, visitando a Pemán en su casa de Jerez de la Frontera, vi que sobre la mesa del despacho y junto a la foto de Cristo tenía el escritor español una foto de Cocteau, que era su devoción europea y laica. Todo eso es bueno para la universalización de nuestro catolicismo gótico. Pero luego va el pueblo andaluz, se echa a la calle, empieza a morder y mete a la gente en casa.
La martingala de los Estatutos es una cosa que sólo reúne fanáticos y nacionalistas, pero Andalucía quiere estar en Sevilla, que como ya decía el viejo maestro don Juan Belmonte, «Sevilla está donde tiene que estar». Sólo el vuelo loco de Zapatero se permite caer en Sevilla, gracias a los media, para persuadir a los andaluces de que han tenido una victoria estrepitosa sobre sí mismos y van a hacer un Estatuto jondo «con palabras vacías", como denunciaba el PP. Ahora debe saber el pueblo aquella clave del perro, que en la peli es un perro anónimo que pega bocados de silencio hasta conseguir una abstención desoladora. Con el Sur no se juega porque tiene muchos siglos de vida y cada uno es como una Torre del Oro. Al Sur hay que tratarlo políticamente como lo que es: una nación de naciones, una patria de poetas y el origen de tantas cosas.
Todo el Sur se concentra en los versos de don Manuel Machado y en la Generación del 27, casi totalmente andaluza: en Sevilla Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, en Cádiz Rafael Alberti, en Granada Federico y así sucesivamente. Si Zapatero y Chaves hubieran tenido más imaginación habrían presentado al público esta majada de grandes líricos y premios Nobel. Para ganarse el Estatuto de Andalucía tiene más fuerza el 27, y ya ha llovido, que el repetitivo Chaves. Al fin una porción peninsular de España le dice que no al apuesto ZP, que gesticula dentro de un suéter negro copiado del que uso yo en esta columna.
Este ejemplo de los andaluces, de los votantes que no votan, ha de tenerse en cuenta porque cada ciudadano votante en Galicia, Castilla, Países Vascos, etcétera, lleva dentro un estatutario muy escondido que se manifiesta como perro andaluz cuando le obligan a decir que sí o que no, hasta que suelta el mordisco ideológico, localista y auténtico.
Estamos hilvanando una España política, estatutaria a la fuerza, a la que se añaden retales burocráticos sin ningún encanto. Coge usted cualquier Estatuto de los ahora paridos y no aparece la Torre del Oro por parte alguna. Andalucía es una arboleda perdida que descubrieron los Albertis de cada siglo. La nacionalidad es una cosa intuida y visitada por el perro del españolismo que en estos casos habla y dice que no. Este Estatuto se ha gestionado con mucha prosa y poca poesía. ZP ignora que cada uno va a votar con el alma de nardo del árabe español. Con el alma dice que no y con el nardo se vuelve a casa a echar de comer a su perro andaluz.

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