CLOSE UP DE ARMANDO COLL. Por Carmen Victoria Méndez

Armando Coll describe la decadencia del país y de su clase media en unas doscientas páginas de "ficción farandulera"
El periodista y escritor Armando Coll debuta como novelista con Close Up, una obra que muestra el desmoronamiento de un país que alguna vez se creyó moderno, desde la mirada baladí de una relacionista pública que mantiene una relación confesional con un joven cronista social.La novela está estructurada como una película porque "arrastra mis vicios de reportero y guionista", dice el autor. El libro será presentado esta noche a las 7:00 pm por la editorial Alfaguara, en los espacios abiertos de Econoinvest, ubicados en el Edificio Mene Grande de Los Palos Grandes, con palabras del escritor Antonio López Ortega.
–¿Cuál fue el disparador de esta historia?
–Creo que la rabia. Lo que pasa es que nací en 1960 y en mi infancia me tocó vivir la época feliz de este país, que terminó siendo un espejismo. A mi generación la educaron para vivir en un país del primer mundo que en realidad nunca existió y darme cuenta de eso me dejó muchas frustraciones. La novela retrata la caída de esa nación. La crisis y la ausencia de un proyecto nacional son el ruido de fondo de una historia aparentemente banal, acerca de una relacionista público llamada Gloria, que trabaja organizando eventos a los que asiste lo que queda de la alta sociedad.
–¿Por qué aborda la crisis política y económica bajo una mirada farandulera, de cronista de sociales?
–Quizás porque como reportero nunca he entrevistado a un tipo tan desagradable como Henry Ramos Allup. Jamás me tocó entrevistar a esos políticos. Trabajé en una fuente mucho más rica, la de Cultura y Espectáculos, que es un termómetro del país. En los cócteles tienes el "quién es quién" de nuestra sociedad.
–Sin embargo, las alusiones al mundo militar están presentes en su trama
–El país en crisis que presento no aparece circunscrito solamente a la maldición chavista, a los últimos diez años. El hecho de que los militares nos gobiernen es una realidad que ha estado más o menos presente en varios capítulos de nuestra historia. En esa Venezuela feliz que yo viví, la gente decía que aquí hacía falta un uniforme. Los militares son la gran maldición de Venezuela.
–¿Le hubiera gustado escribir la novela sobre ellos?
–El mundo militar sencillamente me da asco. Además, no lo conozco ni lo quiero conocer, le tengo fobia. Lo que vi como reportero fue otra cosa. Me tocaba ir a lanzamientos de productos de lujo en los que siempre veía una gran disonancia con la realidad. Por un lado, ese mundo fatuo en el que presentaban un espumoso argentino apenas levantado el paro, con anfitrionas preciosas en medio de un país que se venía abajo. No es que sea un calvinista, pero para mí eso era una contradicción.
–En su novela muestra a la alta sociedad encerrada en una mansión durante un golpe de Estado, ¿le robó la idea a Edgar Allan Poe, que hizo algo parecido en La máscara de la muerte roja?
–No. Quise partir una situación arquetipal. Lo que ahí está retratado es el encierro en el que viven las clases altas. El mundo alucinado, hipotético en el viven los ricos que nada tiene que ver con el mundo real. Esa secuencia representa esa gran esquizofrenia entre una clase pudiente que nunca tuvo nada que ver con el país. Tenían haciendas en los llanos pero sus muchachos estudiaban en Estados Unidos; tenían una avioneta parada en La Carlota como quien tiene una bicicleta. Es un esfuerzo por hacer un retrato lo más naturalista posible.

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